Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades. La muerte de un ser querido, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, problemas financieros serios, etc. son sucesos que tienen un gran impacto en las personas produciendo una sensación de inseguridad, de incertidumbre y un gran dolor emocional. Aún así, por lo general, las personas logran sobreponerse a estos sucesos y adaptarse bien a lo largo del tiempo, salir fortalecidos. Esto es la resiliencia.
Ahora bien, esta capacidad puede variar y depender del ambiente y las circunstancias a las que la persona está expuesta. De hecho, en el 80% de las personas, la eficacia de las competencias disminuye o desaparece cuando pasan por situaciones interpretadas como imprevisibles, adversas o amenazadoras. El otro 20% utiliza sus características afectivas, comportamentales y cognitivas para enfrentarse a las situaciones adversas con éxito.
Pero ¿Cómo podemos fomentar nuestra resiliencia? Hay ser consciente de la individualidad de cada uno, enfatizar nuestras características y recursos personales que nos permiten enfrentar situaciones adversas y salir fortalecidos, a pesar de estar expuestos a factores de riesgo.
Hay 4 áreas que, al interactuar entre sí, generan conductas o características resilientes:
Soporte y recursos externos: YO TENGO
Fortalezas intrapsíquicas: YO SOY/ESTOY
Habilidades interpersonales y sociales: YO SÉ COMO...
Memoria de hechos pasados: YO PUDE Y PUEDO
Cada una de estas áreas agrupa factores resilientes como la autoestima, la confianza en sí mismo y en el entorno, autonomía y competencia social. La posesión de estas áreas y la interacción entre los factores es la fuente de la resiliencia.
A saber:
La resiliencia es una característica que forma parte de la naturaleza humana, pero que no siempre está activa o que, aunque se active, puede que no genere una resolución positiva.
Si las dificultades nos muestran nuestra vulnerabilidad, superarlas nos ayuda a seguir avanzando con mayor seguridad.
Poner en palabras lo que nos ocurre nos ayuda a asimilarlo mejor. Identificar y expresar nuestras emociones es algo fundamental para comenzar a superar la situación.
Reconocer que el dolor es necesario para cicatrizar la herida, aceptar lo que sentimos es lo que nos ayudará a sanar.
Para seguir adelante hay que hacer las paces con el pasado.
El afecto es el gran tejedor de la resiliencia. Basta con que una persona nos escuche y acompañe para restablecer el vínculo roto y comenzar la recuperación física y emocional. Cuando ante alguien que nos aprecia, nos guía, nos escucha y acompaña, logramos poner palabras el trauma, la situación difícil y reinterpretarlo como una historia de superación, volvemos a ser dueños de nuestro destino.
Gemma Guerra de la Fuente
Psicóloga col. M-37422
Como padres es importante realizar una autoevaluación para saber como nos relacionamos con las personas que nos rodean, ya que los niños aprenderán este modelo de relación. También, es importante analizar como nos sentimos, si estamos estresados e incluso deprimidos, para saber como puede estar afectando esto en nuestra forma de comportarnos con nuestros niños y por último, conocer cual es el estilo educativo que prima en nosotros y si este es coherente con el objetivo que perseguimos en cuanto a la educación de nuestros pequeños.
Existen varios estilos educativos cada uno de ellos con unas consecuencias determinadas en nuestros hijos, pero hay tres básicos que son los que vamos a nombrar aquí:
1º El estilo autoritario: Estos papás tienen normas muy rígidas. Tratan de imponer su punto de vista sin tener en consideración la opinión del niño o sus emociones. Son frases típicas "por que lo digo yo" "mientras estés en mi casa harás lo que yo diga" o "tú te callas".
2º El estilo permisivo: Son padres que ponen escasos límites a los niños y con frecuencia son excesivamente flexibles en estos. Buscan más el ser amigos de sus hijos que sus educadores, les permiten casi todo, de ahí el nombre de este estilo educativo.
3º El estilo democrático: Estos padres tienen normas adecuadas y equilibradas. Respetan las opiniones y emociones de los demás, practican una comunicación asertiva, preguntando al niño por sus necesidades y emociones, explicándole y haciéndole partícipe de las dinámicas familiares de forma adaptada a su edad.
El proceso de aprendizaje es constante y en los primeros años de vida es crucial. El estilo educativo, el comportamiento y el patrón de conductas aprendido en estos años marcará la forma en la que se relacionará con el mundo de adulto.
Es importante que el adulto haga autocrítica e introspección, saber como se encuentra, mejorar su estado emocional y decidir que tipo de padre quiere ser para sus hijos.
La crianza positiva se basa en un estilo educativo democrático, fomenta el respeto entre los miembros de la familia y reconoce a los niños como personas individuales con necesidades y derechos. Para lograrla debes tener en cuenta:
- Se el mejor ejemplo para tus hijos.
- Educa y vive con valores.
- Respeta la personalidad de tu hijo y permite que exprese como se siente, así mejorará la comunicación familiar.
- Observa su conducta, detrás de un comportamiento determinado siempre hay una necesidad, una carencia, una incomodidad.
- Enseña con amor y tolerancia, negocia los límites, motiva los comportamientos apropiados, comprende y escucha a tu hijo.
Y, sobre todo, recuerda que tu hijo sigue tus pasos, tus modelos de toma de decisiones, tu actitud hacia los demás, tu visión de la felicidad.
Tienes en las manos la posibilidad de responsabilizarte de tu rol de padre/madre. Es el momento, da el paso!
Gemma Guerra de la Fuente
Colegiado: M-37422
Un Nuevo Comienzo
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Las rabietas son aprendidas y reforzadas por la conducta de los padres ante ellas.
Nuestro hijo no lo hace para fastidiar; no lo hace para retarnos, simplemente no controla sus emociones porque no tiene un suficiente desarrollo emocional. Como padres nos resulta muy doloroso ver a nuestro hijo, llorando desconsoladamente, nos desborda si lo vemos, además, dar golpes a las cosas o a sí mismo. Algunas veces los niños cuando ven que no se hace lo que ellos quieren, golpean a los padres, ya que se sienten tan frustrados que no se pueden controlar ni expresarse de otra forma ¿Cómo actuar en estos casos?
Lo primero es buscar el contacto visual con nuestro hijo, ajustar nuestro tono de voz para que demuestre nuestra molestia ante esta situación, pero sin llegar a gritar. Calma, ellos no pueden controlarse, pero tú sí. Será mucho más efectivo y disminuirá la tensión del momento si no hay gritos, ni castigos.
Agacharnos para colocarnos a la altura de nuestro pequeño y abrazarlo para proporcionar contención emocional, no importa que él no quiera y se resista, acabará cediendo y entregándose a nuestro abrazo hay que calmarles pues en ese momento ellos están bloqueados y hasta que no se tranquilicen no podrán entender nada ni razonar. Entonces, podremos explicarles lo que están sintiendo. Y además, contarles que no puede ser lo que ellos quieren porque o es perjudicial para ellos, o en ese momento no es posible y hay que esperar. Es fundamental, no ceder ante el objeto que provocó la reacción emocional, no le daremos lo que quería, no haremos lo que él deseaba, pero le demostraremos que estamos ahí. Ellos necesitan Límites y hay cosas que no vamos a negociar. Estas situaciones también pueden ser un aprendizaje para ellos a la hora de manejar sus frustraciones.
No nos están retando, es solo una cuestión de falta de autocontrol. Cuando nos digan cosas feas o malas palabras, no debemos tomarlo como algo personal, mantendremos la calma y seguiremos adelante. Así, le estaremos mostrando que no nos vamos a involucrar en diálogos destructivos
Jugar en momentos de tensión, cuando veamos que la situación se empieza a poner tensa podemos cortar con ella haciéndoles cosquillas, riéndonos con ellos, poniendo voces extrañas para hacerles reír, etc. Nos ayudará a que salga de la espiral en la que se estaba empezando a meter y se hará todo más fácil y con cariño.
Decir menos veces “no”, a veces nos pasamos diciendo que NO a todo. También, podemos evitar un comportamiento dándoles la opción que nosotros queremos, o desviar la atención del objeto deseado, mostrándoles otra cosa. Por ejemplo. – En vez de entrar por la puerta delantera, entra por la de atrás. Le estamos diciendo que no entre por delante, pero sin decirles que NO.
Déjales escoger, dentro de las opciones que a ti te vengan bien, haz que se sientan ellos partícipes. Le ayudará mucho en un futuro a la hora de tomar decisiones, un aspecto muy importante en la vida, que les dará seguridad en sí mismos.
En el caso de adolescentes, no nos agacharemos, con el fin de marcar la jerarquía, pero le daremos importancia a su edad, escuchando sus quejas y propuestas y razonando con ellos. Mantendremos en todo momento la calma y si tiene una explosión comportamental lo contendremos con nuestro abrazo y cuando esté calmado lo escucharemos. Es importante prestar atención a nuestro tono de voz, serio, pero respetuoso y no perder el contacto visual.
Gemma Guerra de la Fuente
Psicóloga Col. M-37422
Podemos considerar el afrontamiento como los esfuerzos cognitivos y conductuales que realiza una persona con el fin de manejar el estrés psicológico. Este afrontamiento podrá ser adaptativo o no y va a depender del contexto, de la persona y de su relación con el estresor, así como, de que esta considere que se puede hacer algo o no para cambiar la situación.
Existen dos formas principales de afrontamiento, una centrada en el problema, en la que se trata de modificar la relación ambiente-persona, trataremos de manejar o modificar la fuente generadora de estrés. La otra se centra en la emoción y trataremos de cambiar el modo en que entendemos o interpretamos lo que está ocurriendo con el fin de mitigar el estrés, esta es una forma muy poderosa de reducir el estrés y la reactividad emocional.
El modo de afrontamiento que utilicemos va a depender de si, al evaluar la situación, consideramos que puede hacerse algo para cambiarla entonces, utilizaremos estrategias de confrontación, planificación y solución de problemas. Si por el contrario, la situación se escapa a nuestro control el afrontamiento elegido será el focalizado en la emoción con estrategias como aceptación y reevaluación positiva.
Gemma Guerra de la Fuente
Psicóloga Col. M-37422
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